Entrevista a la artista Conchi Trinidad

Conchi Trinidad (Madrid, 1970) decide dar un giro a su vida hace tan solo cuatro años. A partir de ese momento, comienza a compaginar su trabajo en economía y finanzas con la fotografía. Durante los dos primeros años, aprende técnica fotográfica e iluminación en escuelas privadas. Desde 2012 hasta el año 2014, amplía su formación en la Escuela de Fotografía EFTI, realizando el ciclo profesional de documental y narración, y el Master Internacional conceptual y artístico.

Su muestra fotográfica accesible Deja que tus dedos vean, puede verse actualmente en la Galería de Arte Francisco Duayer.

¿Cómo surgió la idea del proyecto “Deja que tus dedos vean”?

C.T: Estaba siendo un año muy difícil y después de meses estudiando el Master Internacional conceptual y artístico en EFTI, me di cuenta que había hecho menos fotografías que en el fin de semana previo al comienzo. Sólo hacía fotografías bonitas pero sin ningún nexo. Empecé interviniendo aquello que podía pasar desapercibido en mis fotografías. Una tarde al salir de clase, llamé a mi tía y madrina (realmente es tía de mi madre) desde el coche, ella es muy mayor y tiene degeneración ocular, al contarle cómo iban mis clases ella me contesto: “hija, qué pena que no pueda verlas”. Aquella frase fue suficiente para no dejarme dormir, hasta pensar cómo podía hacer posible que ella pudiera verlas.

¿Es la primera vez que haces un trabajo de estas características?

C.T: Si, tenía muy claro desde el principio que mi fin era un proyecto de ayuda, pero para nada imaginaba este resultado.

¿Es una serie cerrada o es un trabajo en proceso?

C.T: Es una serie en proceso y sigo creando nuevas fotos. Además me gustaría poder financiarlo para crear libros, de no más de quince fotos, para dejar de manera gratuita en centros de enseñanza a niños ciegos. Como sabéis cada imagen es única y tiene mucho trabajo detrás.

En tus fotografías tiene gran importancia el entorno natural y las imágenes de lugares turísticos ¿se trata de referencias personales, o buscabas lugares reconocibles para la mayoría de las personas?

C.T: Soy de esas personas que podría pasarse las horas sentada delante de un río, bajo un árbol o simplemente en el porche de mis padres, mirando al cielo o a una maceta, esto al final ha quedado reflejado en mi trabajo. En cuanto a los sitios turísticos, al principio no estaban incluidos, pero siguiendo la sugerencia de mis tutores de Master hice una pequeña encuesta a personas ciegas, que incluía una pregunta básica: ¿qué te gustaría ver en mis fotos?. Las pirámides y el Golden Gate Bridge estaban entre sus respuestas, además ya las tenía en mi archivo sólo tenía que recuperarlas. Los molinos también habían salido de mi archivo personal, un sábado me levanté, cogí el coche y me fui a Ciudad Real. Ojalá todos los sueños fueran tan fáciles de cumplir.

En este trabajo has demostrado un apoyo claro hacia un arte inclusivo con tus propuestas accesibles ¿Piensas que hace falta mayor compromiso por parte de otros artistas de nuestro país?

C.T: Todos los artistas se comprometen socialmente sea de una forma o de otra. No es que no haya arte inclusivo, sino que no es considerado como tal. Pero es cierto que cuesta encontrar referencias cuando te pones a buscar.

¿Podrías contarnos algunas reacciones que hayan tenido personas con discapacidad visual a las que has mostrado tu trabajo?

C.T: Desde luego, os cuento la más reciente: Estaba una señora ciega en la Galería Francisco Duayer tocando la foto de la laguna negra. En esa foto se ve el reflejo del entorno en la laguna y me pareció interesante texturizar el reflejo de la nieve en el agua, ella me preguntó ¿qué es el reflejo?. Afortunadamente para mi, no vio la cara de pez que se me quedó, lo expliqué como pude con una improvisada frase: «imagina que esta pared te devolviera una copia exacta de tu cuerpo, es lo que está delante». Se mostró muy agradecida por la explicación, pero la realmente agradecida era yo. Esto me ayudó a entender que tengo que tener cuidado con las palabras que uso en mis imágenes.

También recuerdo bien la primera reacción: Necesitaba a una persona ciega que testara si mis imágenes funcionaban, así que después de ir buscando kiosco tras kiosco de la ONCE , di con Óscar, ciego de nacimiento, a él le pareció una idea genial y se mostró encantado de ayudarme. Le cogí las manos, se las puse sobre una imagen y le expliqué cómo interpretarla, su reacción fue sorprendente. Nunca había sido capaz de imaginar una fotografía y sus palabras, su tono de voz, la expresión de su cara hicieron que un escalofrío pusiera mi piel de gallina.

¿Qué sientes al descubrir que tus obras llegan a personas que no pueden ver?

C.T: Satisfacción porque para eso han sido creadas y motivación para seguir con ello.

Háblanos de nuevos proyectos en los que estás trabajando.

C.T: El proyecto de los libros en centros de enseñanza del que hablé anteriormente, y otro que va destinado también a niños, pero en este caso la base es el juego. A esto le falta madurez, pero os lo contaré en unos meses.

Casi terminado está “La cabina” en el que llevo un año trabajando y todavía no sé si seré capaz de enseñarlo. Habla del acoso, un tema socialmente rechazado por la mayoría y sin embargo consentido por otros tantos.

Quiero aprovechar para agradecer a Óscar, quien todavía me ayuda con los textos en braille. Le doy las gracias porque un día se atreviera a ser partícipe de mi trabajo. También a Enebro, su perro labrador, por ser los ojos de Óscar, además de por ser tan cariñoso conmigo.

Acerca de Un Ojo Para el Arte

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